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¿Algo qué celebrar?

1 diciembre, 2020

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Se cumplen dos años en el que el régimen político y en sí, el sistema político mexicano sufriera un radical cambio en su quehacer y aplicación política, la consolidación del Obradorismo terminó consumándose con la llamada Cuarta Transformación de AMLO y, a dos años de gobierno deja mucho que desear.

Es digno reconocer el trabajo político que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la silla presidencial, sin embargo, no es lo mismo una campaña que el ejercicio del poder, las cosas cambian, ya no eres el líder de un sector de la sociedad, ahora te estableces como un líder nacional y por lo tanto gobernante de todos los mexicanos, algo que el presidente al parecer no ha comprendido.

Los romanos al igual que los griegos consideraban el papel ideal del gobernante a aquel que tenía ciertas características para gobernar, entre ellas, virtudes cardinales, como la justicia, la templanza, la fortaleza y la prudencia; virtudes principescas, como la honestidad, la honradez, la magnanimidad y la liberalidad; finalmente, la virtud tenía un gran componente de convicción: era necesario que el hombre creyera firmemente que se comportaba de manera virtuosa.

Maquiavelo lo estructuraría tiempo después en su muy reconocida obra “El Principe” donde refrendaba esta idea de que el gobernante o el principado continuaría con su poder soberano cuando siguiera con estas ideas, o lo llevaría al completo declive y por ende, la pérdida de su poder.

La participación política en México ha cambiado a través de los años, estos cambios han surgido y se han consolidado en la diversificación y las nuevas modas ideológicas, como es el caso del movimiento feminista, irónicamente el movimiento de personas privilegiadas contra el gobierno actual, o el apaciguamiento de los sindicatos, sobre todo los del sector educativo y de salud pública.

Aunque uno de los síntomas preocupantes en la famosa “democracia” en la que vivimos es el surgimiento de dos bandos sociales, los Pro AMLO y los Anti AMLO, ojo, es necesario señalar que estos ismos ideológicos se han estructurado a través de las políticas realizadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador y su gabinete, en ningún momento se han establecido parámetros en los que se tenga relación de su partido político (MORENA) o la supuesta oposición (PRI, PRD, PAN).

Lo cierto, es que desde el nacimiento del proyecto político de AMLO durante los “18 años de campaña” se conformaron ambos bandos sociales, no es un caso extraordinario que exista un descontento en el quehacer político del presidente o exista una legitimación de un sector por su proyecto político, lo importante es entender el problema que se prolonga con una polarización social que ha forjado un resentimiento y un odio colectivo hacía quienes están a favor y en contra del presidente.

Sin embargo, ¿tenemos los mexicanos algo qué celebrar? Ciertamente sí, lo primero es el completo bateo social hacía PRI y el PAN del poder en México, a su vez la consolidación de una nueva idea de participación política y debate público en redes sociales, medios de comunicación, la formación de una nación austera, los apoyos existenciales del gobierno hacía las y los jóvenes, adultos mayores y la apertura de nuevos proyectos de alto impacto económico sobre todo en el sur del país con la construcción del Tren Maya y el Corredor Interoceánico.

Pero, ¿Hay más mexicanos que tienen algo que celebrar? Lamentablemente no, la polarización que ha ocasionado el presidente es muy preocupante, la apatía por los movimientos sociales, las feministas, las mujeres, los enfermos de cáncer, los casos de corrupción, la inseguridad, los familiares de los muertos por Covid, personas sin empleo no tienen nada que celebrar, al contrario, tienen algo que reclamar, llorar y luchar.

Dos años han pasado para que el gobierno de México haya tenido una deslegitimación, una falta de interés, la culpa no es ni de los conservadores, ni de los neoliberales, ni de los PRIístas, ni los PANístas (aunque estos quisieran ser la principal razón), mucho menos de los fifís.

En todo este tiempo el único enemigo del presidente ha sido él mismo, su propio poder y avaricia, soberbia lo ha llevado a corromper su propio gobierno, a sepultar su partido que en estos momentos no puede corregir el destino político al que está propenso a morir en las elecciones del 2021.

(Por Emmanuel Cano)